En el país, el costo promedio que paga un hogar por cada kilovatio hora (kWh) oscila entre RD$11.70 y RD$12.85, lo que equivale a 20 a 22 centavos de dólar. A simple vista, esta tarifa es más baja que la de países como Jamaica (33 centavos) o Barbados (28 centavos), que enfrentan desafíos similares como la insularidad y la dependencia de combustibles fósiles. Sin embargo, en naciones como México, el costo ronda los 10 centavos de dólar, y en Colombia va de 13 a 18 centavos, con ingresos medios más altos o subsidios que alivian la carga para los hogares.
Y es ahí donde está la clave del problema: en República Dominicana se gana menos, pero se paga casi igual o más por la electricidad.
El salario mínimo no sectorizado en el país ronda los RD$15,000 a RD$18,000 mensuales, mientras una factura eléctrica de un hogar promedio puede superar los RD$2,500 o incluso RD$4,000, especialmente en zonas calurosas o donde hay uso constante de aires acondicionados, ventiladores y electrodomésticos de alto consumo.
Países como Ecuador y Argentina manejan tarifas muy por debajo del promedio regional gracias a fuertes subsidios estatales.
En Ecuador, por ejemplo, se paga alrededor de 9 centavos de dólar por kWh, mientras que en Argentina, aunque sufre una crisis energética, muchos usuarios todavía pagan tarifas simbólicas que van desde 2 a 4 centavos, aunque con un alto costo fiscal.
En este contexto, las recientes declaraciones del presidente del Consejo Unificado de las Empresas Distribuidoras de Electricidad (CUED), Celso Marranzini, han traído el tema al debate. El funcionario aseguró que “en RD no se paga energía cara” y atribuyó el problema al desperdicio de electricidad en los hogares.
Aunque el Gobierno proyecta una expansión significativa en la capacidad de generación para el año 2028, entre 1,200 y 2,000 megavatios adicionales, según Marranzini, el impacto de esa ampliación en la tarifa aún es incierto. Hasta ahora, las inversiones en infraestructura no han logrado traducirse en alivio económico directo para el consumidor.
En resumen, la electricidad en República Dominicana no solo se mide en centavos por kilovatio, sino en sacrificios familiares cada mes. Y mientras otros países avanzan hacia tarifas más asequibles o subsidios más eficientes, el país sigue atrapado en una paradoja: ni la energía es barata, ni el ingreso suficiente, ni el sistema verdaderamente justo.
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