Murió el 14 de julio de 2002, a los 95 años, en la Clínica Abreu, víctima de un paro cardiorrespiratorio. Su deceso marcó el fin de una era signada por avances en infraestructura y economía, pero también por una herencia de represión, violencia política y silencio ante crímenes históricos.
Balaguer fue un destacado intelectual y un «viejo personero del régimen trujillista», que desempeñó las funciones de secretario de Estado de Educación, embajador y canciller interino en el régimen de Trujillo.
El terror organizado como dominación política
Para muchos, el verdadero legado de Balaguer está teñido de luto. Su primer mandato (1966–1978), conocido como “los Doce Años”, dejó un historial de persecuciones, censura, desapariciones forzadas y asesinatos.
Wilfredo Lozano en su libro el Reformismo Dependiente, Fundación Friedrich Ebert Stiftung, 2020, sugiere que “en un primer momento, el terror organizado fue el instrumento directo de la desmovilización popular” y que cuando el régimen logró en 1972 desarticular a las “masas populares”, entonces “la sombra del terror permaneció siempre como alternativa de la dominación política”.
En el período 1966-1970 “la represión organizada” fue “dirigida por grupos paramilitares, teniendo por objetivo inmediato el desarme popular.
Esta hizo víctimas a decenas de combatientes constitucionalistas, bajo el claro objetivo desarticulador de la resistencia armada y popular en los años inmediatos a la Revolución Constitucionalista”
Génesis Lara en su artículo en la revista Estudios Sociales explica que Balaguer lanzó “una guerra sucia” en la que “se estima que alrededor de cinco mil dominicanos fueron asesinados y/o desaparecidos durante los Doce Años de Balaguer (1966-1978)”. Año 54, Vol. XLIV-Número 165, Enero-junio 2022.
Mientras que el periodista Esteban Rosario asegura en su libro, Los crímenes de Balaguer y la Banda Colorá, que la “Agencia Central de Inteligencia (CIA) creó el escenario para que el gobierno del presidente Joaquín Balaguer asesinara un promedio de 1 mil 200 jóvenes durante el período 1966-1978”.
El comunicador explica que Balaguer, «apoyó los crímenes de la CIA y la Policía Nacional”. Rosario alega que al crear la Banda Colorá en 1971, el régimen “mató 60 jóvenes durante siete meses en Santo Domingo y algunas provincias, bajo el manto de la impunidad”. Señala que en el período de los 12 años “desaparecieron 30 y 11 mil víctimas como heridos, presos y torturados”.
También en esta época ocurrió el asesinato del periodista Orlando Martínez (1975), símbolo del periodismo crítico frente al poder. Balaguer admitió en su libro Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo (1988) que conocía a los culpables, pero nunca los reveló. La famosa “hoja en blanco”, que prometió llenar con esos nombres, sigue vacía.Otras víctimas de este período fueron Otto Morales, Amín Abel Hasbún, Sagrario Díaz, Francisco Caamaño Deñó y Maximiliano Gómez, todos recordados por su lucha y por morir enfrentando el autoritarismo.
Populismo, clientelismo y el caso Narcisazo
Durante su último tramo en el poder (1986–1996), tras los gobiernos del PRD, el régimen balaguerista mostró una mayor apertura política, aunque con frecuentes denuncias de fraudes electorales.
Se afianzó el clientelismo político, con prácticas populistas como entrega de canastas, ayudas económicas y otras dádivas para mantener el favor del campesinado y los sectores más pobres.
En ese periodo ocurrió otro caso emblemático: la desaparición del profesor universitario y activista Narciso González (Narcisazo) en 1994, un fuerte crítico del gobierno. Hasta hoy, su paradero es desconocido. La sospecha y la responsabilidad política siguen apuntando al régimen balaguerista.
El escritor que nunca habló del todo
Balaguer también fue un hombre de letras. Su producción literaria abarcó la poesía, el ensayo, la historia y la crítica. Su Historia de la literatura dominicana fue durante décadas texto obligatorio en el sistema educativo nacional.
Hermético en su vida personal, nunca se casó ni tuvo hijos reconocidos. Ese silencio privado fue paralelo al silencio institucional que rodeó su gobierno en muchos temas sensibles, alimentando su imagen de estratega solitario.
El Estado constructor
A pesar de la represión, Balaguer es reconocido por su visión de Estado centrada en el desarrollo infraestructural. Durante sus gestiones se construyeron hospitales, escuelas, viviendas, carreteras y obras emblemáticas.
Las principales carreteras, avenidas y calles del país fueron creadas bajo sus administraciones, incluyendo la autopista Duarte, la carretera Sánchez y las avenidas 27 de Febrero, Luperón, Núñez de Cáceres y el Expreso V Centenario.
Entre las presas que se destacan están la de Valdesia, Hatillo, Jigüey, Sabana Yegua, Tavera-Bao, Sabaneta, Rincón y la López-Angostura, además de decenas más. Los canales de riego se ubican en diferentes puntos del país, como el canal Marcos A. Cabral en la provincia Peravia, y el canal Ysura en el valle de San Juan.
En el ámbito de las grandes infraestructuras, Balaguer inició la construcción del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte en 1966, culminando en 1974.
El Teatro Nacional Eduardo Brito (originalmente Teatro Nacional de Santo Domingo) comenzó a edificarse en 1970, bajo la dirección del arquitecto Teófilo Carbonell, y fue inaugurado en agosto de 1973 con la presencia del entonces mandatario.
Su política económica fue de inversión pública contenida, sin recurrir excesivamente a deuda externa, lo que le permitió sostener estabilidad macroeconómica durante varios periodos.
Una figura que aún divide
A 23 años de su fallecimiento, Joaquín Balaguer sigue siendo una figura central, incómoda y divisiva para la historia dominicana. Para unos, es el artífice de la modernización del país; para otros, representa el símbolo de una época de represión, impunidad y dolor.
Su legado como su vida está marcado por luces y sombras. Por monumentos y desapariciones. Por poesía… y silencio.
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