Luis Días Portorreal 21 de junio de 1952, en el corazón cálido de Bonao, nació un niño con los ritmos de la tierra latiendo en su sangre. a quien más tarde el mundo conocería como "El Terror".
Fue desde el principio un alma tocada por la música, pues su padre le enseñó los primeros acordes en un tres, mientras su madre le regalaba la cadencia de las salves que entonaba con voz dulce y ancestral. Con ellos aprendió que la música no se lee primero, se siente." Díaz
Desde muy joven, se le vio recorrer los caminos de la República Dominicana a pie, entre pueblos, barrios y cañaverales. No solo escuchaba la voz del pueblo, dormía con él. Fue allí, entre guitarras, tambores y voces campesinas, que germinó el arte que más tarde le daría un lugar privilegiado en el alma nacional.
A los 16 años fundó su primera banda, Los Chonnys, con la que tocaba rock and roll por los alrededores de Bonao. Poco después, se trasladó a Santo Domingo para estudiar Psicología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), pero su guitarra siempre iba con él, aún en sus siestas universitarias.
No pasó mucho tiempo antes de que esa pasión musical lo llevara a formar parte de Convite, una agrupación musical revolucionaria en lo artístico y lo ideológico, impulsada por el sociólogo Dagoberto Tejeda. Convite no solo tocaba música, rescataba memoria colectiva. Iban a los campos, escuchaban, investigaban, dormían en casas de tabla y zinc, y volvían con sonidos auténticos que fusionaban la raíz con la guitarra.
Luis no solo tocaba. Pensaba. Escribía. Se rebelaba. Tenía ideas atrevidas y una sensibilidad que le permitía convertir el dolor, la pobreza y la alegría del pueblo en versos electrizantes. Así nacieron temas como Obrero, acepta mi mano, que se convirtió en himno de la canción protesta en 1974.
En 1980 emigró a Nueva York, donde enseñó música dominicana tradicional en el American Museum of Natural History. Allí se empapó del jazz, la escena punk y las corrientes vanguardistas, sumando nuevas herramientas a su ya exuberante paleta musical.
Dos años más tarde regresó al país y dio a luz al proyecto que cambiaría para siempre el sonido urbano criollo: Transporte Urbano, una banda inclasificable, que mezclaba bachata, merengue, rock, jazz y hasta heavy metal.
El Terror que hizo bailar a la nación
Era la voz del dominicano de a pie, la banda sonora del caos capitalino, del desaliento y la euforia.
Fue entonces cuando compuso Baila en la calle, el merengue que se convertiría en un himno carnavalesco y que aún hoy nos hace mover los pies y levantar los brazos. Pero su obra no se quedó ahí. Su pluma dio canciones memorables a artistas como Sergio Vargas (Marola, Las Vampiras), Sonia Silvestre (El guachimán), Fernando Villalona, Kaki Vargas, Rubby Pérez, Dioni Fernández y hasta Marc Anthony, quien cantó Si he de morir.
Luis Días fue más que un músico. Fue un alquimista del sonido. Un hombre que vio en la bachata lo que nadie quería ver: el blues dominicano. Cuando aún era despreciada por la élite, él escribió que algún día sería “el triunfo de la miseria y la pobreza”. Lo dijo con acordes, no con palabras. Y no se equivocó.
Su estilo libre, fusionador y salvaje, lo llevó a grabar discos memorables como Luis Terror Días (1984), El Accidente (1998), y a componer para el cine, el teatro y la literatura. Publicó poesía (Tránsito entre Guácaras), musicalizó cortos galardonados y fue parte esencial del despertar cultural dominicano de los 80 y 90.
En 2004, fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación Dominicana. Recibió homenajes del Ministerio de Cultura, del Senado, de Acroarte, y hasta tiene un premio de carnaval que lleva su nombre. Pero, sobre todo, tiene el respeto del pueblo, que aún canta sus versos en las calles, y el agradecimiento eterno de una patria que lo vio partir el 8 de diciembre de 2009, con un infarto, pero no sin dejarse antes atravesar por su huracán de talento.
Social Buttons