Las uñas no solo son un elemento estético; también son un reflejo del estado general de nuestra salud. Su aspecto, color y textura pueden revelar desde deficiencias nutricionales hasta enfermedades más serias. Cuidarlas correctamente no se trata únicamente de belleza, sino también de bienestar.
De acuerdo con dermatólogos, las uñas sanas deben tener un color rosado, ser firmes, lisas y sin manchas ni irregularidades. Cuando presentan cambios de color, fragilidad o deformaciones, es importante prestar atención, ya que pueden ser señales de distintos problemas de salud.
Por ejemplo, las uñas quebradizas o frágiles suelen estar asociadas a una falta de vitaminas como la biotina, el hierro o el zinc. Las manchas blancas pueden indicar pequeños traumatismos o carencias de minerales, mientras que las uñas amarillentas a menudo son consecuencia del uso excesivo de esmaltes o infecciones por hongos.
El estrés también puede afectar la salud de las uñas, provocando la aparición de líneas o surcos. En casos más graves, cambios notorios como el engrosamiento o la curvatura anormal pueden estar relacionados con enfermedades pulmonares, cardíacas o hepáticas, según advierten especialistas del área dermatológica.
Para mantener unas uñas fuertes y saludables, los expertos recomiendan:
- Mantener una alimentación equilibrada rica en proteínas, frutas y verduras.
- Evitar el uso prolongado de uñas acrílicas o gel, que pueden debilitar la superficie natural.
- No morder las uñas ni retirar la cutícula en exceso.
- Mantenerlas limpias, hidratadas y protegidas con crema o aceite nutritivo.
Las uñas pueden decir mucho sobre lo que sucede dentro del organismo. Por ello, observarlas con atención y acudir al dermatólogo ante cualquier cambio es clave para detectar a tiempo posibles alteraciones de salud.
En definitiva, unas uñas cuidadas no solo embellecen las manos, sino que también son un espejo del bienestar interior.

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